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Saulo de Tarso, un ciudadano romano nacido en Tarso de Cilicia (Hch. 22:3), era un ferviente fanático del judaísmo (Gal. 1:14) y perseguidor a muerte de los cristianos (Hch. 9:1, 13)(Gal. 1:13)(Hch. 22:4, 19-20). Tal era su odio por éstos, que Saulo se presenta ante las autoridades judías (el sumo sacerdote y el consejo de ancianos) y pide cartas que le permitan viajar a Damasco para «llevar atado a Jerusalén a cualquier hombre o mujer que perteneciera a Cristo» a fin de que fueran castigados (Hch. 9:1-2)(Hch. 22:5).
Durante el mediodía de su viaje a ese destino, un resplandor del cielo lo rodeó y Saulo cayó de su caballo. Del rompimiento de las nubes escuchó la voz de Cristo diciendo «»Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»» (Hch. 9:4), a lo que Saulo respondió «»¿Quién eres, Señor?»». Jesús le dijo «»Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.»» Saulo respondió diciendo «»¿Qué haré, Señor?»» y Jesús habló por última vez «»Levántate, ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que tienes que hacer.»» (Hch. 9:5-6)(Hch. 22:6-10).
Es importante llamar a este episodio un encuentro, Pablo realmente vio a Cristo resucitado (1 Cor. 9:1 ¿No soy un apóstol? ¿No he visto a Jesús Señor nuestro? • 1 Cor. 15:8 [Cristo] se apareció también a mí). No fue una visión o un sueño, fue un evento objetivo. La característica de «real» o «en la carne» que tiene este episodio es importantísima dado que es lo que convierte a Pablo en apóstol (uno de los requisitos es estar con Jesús resucitado).
Los que viajaban con Saulo vieron la luz, pero no escucharon a Cristo hablar (Hch. 22:9). Saulo, por otro lado, quedó temporalmente ciego a causa del encuentro con la Gloria de Dios, por lo que sus acompañantes tuvieron que guiarlo hasta la ciudad (Hch. 22:11). Tras esta fuerte vivencia, los hombres llegan a Damasco, donde Saulo se encuentra con Ananías, un hombre piadoso conforme a la ley y enviado por Cristo para sanarlo. Ananías le impone las manos en nombre de Jesús, y Saulo recupera la vista al instante. Inmediatamente, Pablo se bautiza. (Hch. 9:17-18)(Hch. 22:12-13)
Ananías también le dejó a Pablo su misión «El Dios de nuestros padres te designó de antemano para que conozcas su voluntad y veas al Justo y oigas la voz de su boca, pues le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído.» (Hch. 22:14-15)